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‘El resplandor’: hemos entendido la película 40 años después

Aug 10, 2023Aug 10, 2023

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Que sea una de las películas más icónicas y analizadas de la historia no quiere decir que hayamos acabado de desentrañar todos sus misterios. Seguimos las migas de pan que Stanley Kubrick dejó hace ya cuatro décadas en 'El resplandor' para descubrir sus dimensiones posibles, ya sea como retrato de la violencia doméstica o como crítica velada al genocidio de los nativos americanos. Hoy, que el mítico director hubiera cumplido 94 años, recuperamos este artículo sobre una de sus obras maestras. Que cada uno escoja su propia versión: hay resplandor para todos.

Hoy mejor que nunca sabemos lo difícil que es estar confinado. Porque lo hemos vivo no hace mucho en nuestras propias carnes. Sabemos que el aislamiento lleva al desquicie y los vacíos se sienten más profundos. Los ánimos se crispan por el aburrimiento y las caretas caen para revelar nuestra verdadera naturaleza. Hemos escrito una y otra vez la misma frase en nuestro ordenador, hemos visto fantasmas en las habitaciones y han aumentado nuestras ansias de matar. Una pelota aparece rodando por la alfombra y tu hijo escribe palabras raras en las puertas. Si has tenido la suerte de no pasar aquellos meses en una casa encantada, posiblemente te habrás ahorrado todo esto y seguirás ahora en fase ameba en el sofá. Pero los protagonistas de El resplandor, esa familia Torrance cuya ruina fue una nevada inv/fernal, vivieron uno de los encierros más icónicos de la historia del cine. Y también uno de los más enigmáticos.

Hay pocas películas tan expuestas al análisis y la conspiranoia como esta adaptación libérrima de la novela de Stephen King (un hater confeso de la producción), con la que el cineasta Stanley Kubrick se montó un universo tan único que lo llevamos transitando durante 40 años. Y es que con el homenaje que le dedicó Steven Spielberg en la famosa secuencia de Ready Player One entendimos algo muy importante: que la película no es tanto una historia (que también) como un lugar que se habita, una inmersión casi virtual donde cada detalle es crucial, donde nada existe más allá de las fronteras del Hotel Overlook y donde seguimos buscando pistas como si fuese un auténtico videojuego. Eso es precisamente lo que hace Room 237, un documental dedicado a desentrañar todos sus significados ocultos, y en cierta manera también la reciente secuela, Doctor Sueño, donde un crecidito Danny (Ewan McGregor) vuelve al lugar donde nacieron sus pesadillas para ajustar cuentas.

El estreno de El resplandor en 1980 generó opiniones encontradas (bodrio para algunos y una de las mejores películas de la historia del cine para otros), pero su condición de clásico es indiscutible hoy día. Nos adentramos en sus enigmas a través de tres niveles: uno sencillo, dedicado a desentrañar la historia superficial y sus implicaciones más narrativas; uno experto, donde exploramos más profundamente los símbolos de la película; y un nivel maestro solo reservado para los lectores con mucha fe a sus espaldas, porque corresponde a las teorías más locas que intentaron explicar los posibles verdaderos significados de la historia.

¿Preparados?

Está claro que El resplandor es una película misteriosa, pero no es difícil entender qué está ocurriendo si nos quedamos lo suficiente en la superficie y nos dejamos guiar por la historia. Es decir, la explicación sencilla para conformistas, o solo para aquellos que no quieren caer en todas esas conspiraciones que ha generado la película y que muchas veces no pasan de la anécdota. Que, por muy interesantes que sean, muchas de ellas están cogidas con pinzas. Ahora bien, eso no quiere decir que esta primera versión vaya a ser de lo más normal. De hecho, nada más empezar ya la dividimos en dos vías de entendimiento: la paranormal y la psicoanalítica.

Desde la primera imagen de la película, en la que un plano aéreo persigue entre las montañas al coche del protagonista, Jack Torrance (Jack Nicholson), percibimos que hay algo oscuro que le amenaza. Algo que puede corresponder a una maldición que habita en el Hotel Overlook al que se dirige para trabajar como vigilante en la temporada de invierno. Todo ese inicio está lleno de señales, desde este tramo acompañado de la canción La ira de Dios (la que caerá sobre él) hasta cuando el dueño del hotel le informa en tono jovial de que un anterior vigilante perdió la cabeza y mató a su familia una década antes. "Eso no me pasará a mí", dice Jack, confiado, aunque matar a su familia es exactamente lo que intentará hacer más adelante en la película. Tampoco es baladí la mención en una de las primeras conversaciones al caso de la infame Expedición Donner de 1986, en la que unos viajeros quedaron atrapados por la nieve en una montaña y tuvieron que recurrir al canibalismo para sobrevivir. Kubrick ya había puesto todas las piezas en el tablero antes de empezar.

Alguien -o algo- parece controlar sus actos desde el primer segundo, esa sombra que planea sobre su cabeza -o sobre su coche- y que le acabará llevando a la locura con la ayuda de un aislamiento forzado y las frustraciones de su faceta como escritor. En él le acompañan su mujer Wendy (Shelley Duvall) y su hijo Danny (Danny Lloyd), que antes de llegar al hotel ha tenido visiones sangrientas de lo que va a pasar entre sus paredes. Esta premonición tiene que ver con un poder entre la telepatía y la clarividencia que está desarrollando y que conoceremos como "el resplandor", que le permite no solo comunicarse a través de la mente con otras personas que lo poseen, como Dick Hallorann (Scatman Crothers), sino también abrir brechas entre el pasado y echar un ojo al futuro. Por eso él será el más susceptible a ver todos los fantasmas que se esconden en el Overlook, aunque será su padre el que sucumbirá a la locura por su culpa.

Y es que así puede encontrarse una buena explicación para la película: el hotel es un lugar maldito que lleva a Jack Torrance a perder la cabeza. Es precisamente un trabajador del hotel, relacionado con los crímenes del pasado del hotel, el que le dice al protagonista en un lavabo que mate a su familia. Los fantasmas que habitan allí son agentes del mal que conspiran para que la familia caiga en desgracia, y los poderes de Danny le ayudan a no caer presa de ese juego. Es una explicación que sitúa El resplandor como un terror paranormal fiel -a su manera- a la novela de King, donde es el edificio el que saca lo peor del protagonista y lleva a su familia a un survival terrorífico, donde las diferentes épocas del hotel conviven en la misma dimensión. El final ya lo conocemos: Jack sucumbe a esas fuerzas, corre hacha en mano a perpetrar el crimen y finalmente ¿muere? congelado tras quedarse atrapado en el laberinto que se encuentra enfrente del edificio, mientras Wendy y su hijo escapan.

Luego está el tema de la foto.

El último plano de El resplandor nos deja con la duda. Un sinuoso zoom in nos acerca a una fotografía colgada en la pared del Overlook en la que vemos a Jack Torrance en una fiesta. Data de 1921. Estamos en 1980. ¿Cómo es posible? Dejamos dos opciones posibles.

La primera: Jack Torrance es una reencarnación del espíritu del vigilante, condenado a volver al Overlook una y otra vez para asesinar a su familia. Al menos, así lo creía Kubrick. "La fotografía del salón de baile al final sugiere la reencarnación de Jack", asegura en Kubrick: The Definitive Edition de Michel Climent. Eso explicaría su presencia en la foto, y que, como percibíamos al principio, algo más grande que él mismo conspiraba para arrastrarle a la locura. El pasado moviendo los hilos del presente. De hecho, él mismo dice en una escena: "Vine aquí para mi entrevista y era como si ya hubiese estado aquí antes... Quiero decir, todos tenemos algún dejà vú, pero esto es ridículo". La teoría de la reencarnación es la más potente. Sin embargo, también podríamos argumentar que Jack Torrance simplemente ha sido absorbido por el hotel. Quizás esa foto ya existía sin él, y no ha sido hasta que los fantasmas se han apoderado de su salud mental que su imagen ha sido adherida. Como una suerte de Dorian Grey que vive atrapado en una imagen, incapaz a partir de ahora de librarse del control maligno del Hotel Overlook.

Pero más allá de esta explicación paranormal, donde creemos en las maldiciones antiguas, las casas encantadas y los fantasmas del pasado, hay otra manera de mirar la historia. Y lo llamaremos la explicación psicoanalítica. Y es que, si los entes del Overlook miraban a Jack desde arriba, ¿a quién miraba Jack desde su pedestal de patriarca Torrance?

En realidad, ¿de qué va El resplandor? Sí, ascensores sangrientos, gemelas fantasmales y alfombras horteras. Sin embargo, si elegimos ir más allá de lo paranormal, los mecanismos del género de terror y el cuestionable gusto en la decoración, nos daremos cuenta de que la película es en realidad un retrato del maltrato doméstico. Las primeras escenas no dejan lugar para la duda en cuanto al carácter tóxico de Jack: su actitud con Wendy es constantemente violenta y nos enteramos de que le llegó a romper un brazo a Danny en uno de sus arrebatos mientras pasaba una de sus agresivas borracheras. Así, deberíamos preguntarnos: ¿no es la supuesta maldad paranormal del Hotel Overlook una alegoría de los instintos destructivos de Jack que se acabarán acrecentando por culpa del aislamiento?

Lo cierto es que, si eliminamos los elementos fantásticos, la historia que nos queda es perfectamente válida, y nos habla de un hombre frustrado por su incapacidad para escribir y que sucumbe a la bebida, desatando los fantasmas ya no del lugar, sino de su propia cabeza. Si nos damos cuenta, su caída a los infiernos empieza en la barra de un bar vacío en el que grita cuántas ganas tiene de tomarse un buen copazo. Acto seguido, los espíritus empiezan a aparecer, quizás solo producto de las necesidades de su adicción. Toda la película podría leerse como las consecuencias de este momento, en el que el protagonista decide ponerse como una cuba y desatar sus instintos más asesinos, retrato del alcoholismo llevado al extremo. También sus obsesiones, como una más que incipiente crisis de los 40 que se representa en la mujer que sale de la bañera, primero joven y hermosa y, al verla mediante el espejo, anciana y putrefacta. ¿Proyecciones del subconsciente en lugar de fenómenos mágicos? Así se explicaría que solo el borracho y el niño traumatizado sean quienes ven cosas extrañas en el hotel. ¿No estará todo en sus cabezas?

Porque al final, si el hotel fuese quien vuelve locos a sus inquilinos, ¿por qué Wendy no atraviesa el mismo proceso hacia la maldad? ¿Quizás es que los estragos que produce el aislamiento y las frustraciones no convierten a una persona en peligrosa, sino que simplemente sacan lo que tiene dentro? En Jack es la violencia. En Wendy es la supervivencia y el instinto de protección hacia su hijo. El alcoholismo como atenuante nos lleva también al tema del maltrato, que, como decíamos, está presente desde el inicio del relato e irá mutando hasta adquirir su cara más perturbadora. El abuso pasado y presente parece manifestarse mediante eventos inexplicables, como esa enigmática escena en la que vemos a Wendy descubriendo una persona vestida de oso practicando una felación a un hombre trajeado. ¿Una sutil referencia, como explicaremos más abajo, a cómo la madre se da cuenta de que Jack ha abusado sexualmente de su hijo?

Los ciclos de la violencia son el tema central de El resplandor. Por lo que indican las señales que dejó Kubrick, a muchos niveles (en las teorías conspiranoicas veremos varias versiones), pero de momento quedémonos en el que respecta a los personajes: el ciclo del abuso doméstico se rompe por fin cuando Jack queda encerrado en el mismo laberinto en el que, al inicio de la película, él tenía encerrados a su mujer e hijo. El cineasta nos invita a este juego de espacios en el que Wendy y Danny están encerrados en un laberinto vital del que tienen que escapar, pero las relaciones de dependencia con el villano que los ha encerrado son demasiado fuertes, hasta que el sentido de la supervivencia les obligará a enfrentarse a él y acabar por fin libres, felices y comiendo perdices. Un cuento como los que se mencionan en conversaciones aleatorias durante la historia, desde Hansel y Gretel (las migas de pan para no perderse) hasta Los tres cerditos (el lobo feroz... con un hacha), pero sobre todo los que no se dicen en voz alta, como Barba Azul. ¿No recuerda la habitación 237 a aquella en la que guardaba los cadáveres de sus esposas? ¿No es también esta película una alegoría de todos esos pecados que escondemos en el armario, o en lo más profundo del subconsciente, para poder seguir fingiendo que somos personas normales?

Como vemos, más allá de los elementos de terror y fantasía, en El resplandor se esconden lecturas humanas perfectamente desarrolladas, pero no inmediatamente evidentes a la vista. Para desentrañar todos esos significados, los símbolos recurrentes que aparecen, algunos ya mencionados en este apartado, serán de gran ayuda.

En una segunda capa de significado empiezan las locuras. Aunque, cuando nos enfrentamos a una película de Stanley Kubrick, ninguna teoría es descabellada. El cineasta es famoso por controlar cada plano, cada escenario, cada diálogo, cada cuadro colgado en la pared, cada movimientos de los personajes o tema musical sonando de fondo. Da la sensación constante de que nada es arbitrario en sus películas, y El resplandor es quizás una de las mejores muestras de ello.

Repasamos algunos de los símbolos más importantes del filme:

Los espejos. En el cine de terror, los espejos son un objeto imprescindible, aunque normalmente es solo para darnos un buen susto cuando descubrimos a un intruso en el reflejo del personaje de turno. Sin embargo, en El resplandor es un elemento importantísimo destinado a establecer esas dualidades, nos sugiere la existencia de varias dimensiones (como Alicia, hay una que parece vivir a través del espejo) y también el descenso a la locura del protagonista, que a veces le vemos encerrado en espejos como si a quien vemos ya no fuese Jack Torrance. No del todo, al menos. ¿Será que son los que revelan la verdadera identidad de los personajes? Eso es lo que ocurre cuando Danny escribe REDRUM en la puerta del baño: no es hasta que vemos el reflejo que entendemos a qué se refiere. Los espejos son el filtro a través del que descubrimos la verdadera naturaleza de lo que se esconde en el Overlook. Por eso, si nos fijamos, están en todas partes.

Dualidades. En estrecha relación con los espejos se encuentran los dobles, por razones obvias: el reflejo provoca esa dualidad. Lo vemos desde el inicio, con el plano aéreo del lago, en el que se reflejan las montañas creando una cierta realidad paralela en la que literalmente Kubrick nos está sumergiendo. Así, estas dualidades son tanto de paisaje como en lo que respecta a los personajes, que parecen estar enfrentándose a otras versiones de sí miso, como Jack con su yo alcohólico o Danny con su amigo imaginario Tony. Un elemento fundamental de la película, y que potencia estas dualidades al máximo, es la simetría de los planos.

Los laberintos. Como apuntábamos antes, el laberinto del Hotel Overlook es tan físico como psicológico. La secuencia de imágenes que van desde que Jack observa la maqueta hasta que, al final, queda atrapado en su versión real nos demuestra que hay algo más de significado que solo el escenario para la tensa persecución final. En cierta manera podríamos relacionarlo con el mito griego del Minotauro, en el que un rey encierra a la criatura, mitad hombre mitad toro, cuando esta se vuelve incontrolable. Más o menos como Jack, que ya no tiene salvación posible en el momento que carga con el hacha. Pero ese laberinto en el que queda atrapado al final no es el único de la película. El hotel es, en sí mismo, un auténtico laberinto que no tiene ningún sentido. Como demuestran algunas investigaciones, la estructura del edificio es imposible, creando un lugar confuso y sin salida. La lógica de dónde se encuentran las estancias no concuerda con los paseos que se dan los personajes. Incluso hay cierto momento en el que un grupo de personas parecen salir de un pasillo inexistente. No es un fallo: parece que el cineasta quería jugar con esta desorientación por el espacio para potenciar el estrés por el aislamiento. También podría decirse que la famosa alfombra de los pasillos del Overlook es una especie de laberinto, en el que incluso Danny queda atrapado en la escena de la pelota.

El oso. Podría ser una de las teorías que exploramos en la última parte de este artículo, pero contaremos la presencia de los osos en El resplandor como un símbolo que representa algo muy concreto: el presunto abuso sexual de Jack a su hijo. Rob Ager, un apasionado de la película que comparte sus reflexiones bajo el nombre de usuario Collative Learning, desarrolló esta teoría (que se pude ver íntegra en Youtube) sobre las señales que demostrarían este episodio de maltrato. Todo parte de la que es posiblemente la escena más incomprensible de la película: cuando alguien vestido de oso le practica una felación a un hombre en una de las habitaciones del hotel. ¿Qué sentido tiene? Ager nos invita a buscar el rastro de migas de pan que Kubrick nos deja, desde el gran peluche debajo de Danny en la escena de la revisión médica hasta un cuadro colgado en su habitación del Overlook. Las señales están ahí, y es perturbador.

El color rojo. Antes de saber que REDRUM era en realidad MURDER, uno podría entender que se refiere a Habitación roja (con error gramatical anglosajón incluido). Y es que el rojo es un color importante en la película, tanto por la sangre que cae a borbotones del ascensor (cuyas puertas son también rojas) en las visiones de Danny hasta los diseños que dominan en el Overlook, especialmente aquel baño futurista en el que Jack se encuentra con el antiguo vigilante del hotel. Es el momento en el que le dice que mate a su familia, así que podemos detectar que no es un color que aparezca a la ligera. Para escribir la palabra en la puerta, el niño utiliza un pintalabios rojo, un color que veremos repetido tanto en la alfombra como en la llave de la puerta de la habitación 237. ¿Por qué rojo? Es un color que se relacion con muchas emociones distintas, pero, si tenemos que quedarnos con una, sin duda sería la de peligro.

¿Hay acaso algo accidental en la filmografía de Stanley Kubrick? No ha habido jamás un director más meticuloso con todo lo que pone en pantalla, y quizás por eso todas las teorías conspiranoicas que ha general El resplandor tienen mucho sentido. Bueno, unas más que otras. Exploramos algunas de ellas, ordenadas de más probable a ni-de-coña.

Una crítica al genocidio original de los Estados Unidos. No hay teoría con argumentos más tangibles, y, la verdad, es difícil no ver que encaja a la perfección con todos los elementos de la película. La primera nos la lanza a la cara: en una conversación con el director del hotel, este confiesa que el edificio se construyó sobre un cementerio indio, por lo que tuvieron que lidiar con los ataques de las comunidades nativas durante todo el proceso. ¿Cómo no va a estar maldito un lugar que se sostiene sobre la crueldad y la falta de respeto a toda una comunidad? Esos desaires a la Historia pueden verse también cuando Jack juega con una pelota lanzándola sobre un tapiz de diseño indígena. Sobre esas decoraciones que aparecen por todo el hotel habla de nuevo el director cuando Wendy le pregunta por ello, revelando que son elementos auténticos principalmente de tradición Navajo y Apache. Que en los primeros minutos se establezca de forma tan clara la importancia de los nativos americanos en el Hotel Overlook no es casualidad, como tampoco lo son las latas de comida de la despensa, el uso de un hacha la constante presencia de la bandera norteamericana como conquistadora de un lugar enemigo.

En particular, las latas de comida han sido objeto de mucho debate, y hay quien argumenta que guardan la esencia de toda esta amalgama de referencias. La marca se llama Calumet, que significa "pipa de la paz", y es que hay en toda la historia un cierto comentario a las promesas de paz de los Estados Unidos con las comunidades de nativos americanos. Promesas que siempre se rompían, tanto como ese marido que te promete que cambiará y al día siguiente ya te ha levantado la voz. Es imposible enterrar el hacha de guerra cuando el bando dominante aplasta a las minorías. La Maldad que se esconde entre las habitaciones del Overlook parece ser la misma que reside en el corazón de Norteamérica, el pecado original, un motivo narrativo que ha utilizado ampliamente en su obra, ojo, Stephen King. Al final, la misma pregunta resuena en varias de las interpretaciones de El resplandor: ¿es posible acabar con el legado de la violencia?

Sobre el Holocausto y los campos de concentración. Otra teoría extendida sobre la película de Kubrick se centra en la faceta creativa de Jack Torrance frente a su máquina de escribir, que muchos ven como una alegoría de la toxicidad de la repetición (en la versión española escribía hasta la saciedad: "No por mucho madrugar amanece más temprano") y la implacable burocracia de la Alemania nazi durante el Holocausto. ¿Un giro demasiado brusco? También hay pruebas. Por un lado, la máquina de escribir que utiliza, cuyo color se hace más oscuro durante el transcurso de la película, es de fabricación alemana. Por otro lado está el número 42, que vemos en uno de los jerseys de Danny y que puede ser una referencia a un año clave para la comunidad judía, 1942, cuando se pusieron en marcha los campos de exterminio del Tercer Reich. ¿Por qué ese número y no otro?, se pregunta en Room 237 el profesor de historia Geoffrey Cocks, que cree firmemente en esta teoría. Apunta a la pintura que se ve en el dormitorio de los Torrance, After the Bath de Paul Peel, que también aparece en la película Ararat, sobre el genocidio armenio. ¿No será que, en realidad, esto no va del Holocausto sino que es un compendio de referencias a diferentes genocidios? Así daríamos aún más fuerza a la teoría de los nativos americanos. Pero esto, al fin y al cabo, solo son especulaciones.

Una confesión sobre el alunizaje. Esa es quizás la más divertida de todas las teorías conspiranoicas. Hay fans que aseguran que El resplandor es la manera de Stanley Kubrick de redimirse por rodar la falsa llegada a la Luna de los Estados Unidos. Veamos. A finales de los 60 hubo numerosos rumores de que el alunizaje había sido un montaje, y que se había utilizado los escenarios de 2001: Una odisea en el espacio para rodar las imágenes que darían la vuelta al mundo. ¿Una locura? Quizás. Así, la teoría dice que hay una cierta confesión de culpabilidad por aceptar aquel encargo y engañar a todo el mundo, por lo que decidió incluir detalles como el icónico jersey de Danny (donde se ve un dibujo de la nave espacial Apolo 11) y una narrativa de frustraciones creativas (las de Jack Torrance) que encajan con las del propio Kubrick. En esta ocasión, las evidencias son algo delirantes: sus defensores apuntan a detalles como convertir a la niña de la novela en dos gemelas (en referencia a la fallida misión Géminis de la NASA) o cambiar el número de la habitación maldita por el de 237 (que es aproximadamente el número de millas que separan la Tierra de la Luna). En general, es una teoría de relaciones algo débiles, pero que da para unas buenas risas.

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